Para Álvaro y Ainhoa
Cuando sea niño pediré tener juguetes que me prolonguen los sueños hasta el sueño. Llevaré la ropa malmetida y bajaré las escaleras entre saltos. Gritaré en las siestas, dormiré en la alfombra y romperé los pantalones por donde me digan los parques.
Cuando sea niño pediré tener juguetes que me prolonguen los sueños hasta el sueño. Llevaré la ropa malmetida y bajaré las escaleras entre saltos. Gritaré en las siestas, dormiré en la alfombra y romperé los pantalones por donde me digan los parques.
Cuando sea niño me esconderé del fuego de las noticias, sentiré la magia de los viernes como un hechizo y pediré chocolate en las meriendas. Maldeciré los lunes, me hundirá el domingo y los miércoles recitaré en las noches el eterno estribillo del prisionero en su celda: ya queda menos.
Cuando sea niño querré ser mayor, para viajar a los sitios que salen en las películas, y tocarlos. Montaré en un barco, volaré en un avión y bajaré a la mina con una linterna blanca, convencido de que la luz vence siempre entre lo negro, como gana Batman a Jocker, o Mazinger al Doctor Infierno.
Cuando sea niño pensaré que cada problema tiene su solución, que dar con ella es sólo cuestión de tiempo y que alguien, en algún sitio, ya se ocupa de ello. Pensaré también que los más listos triunfan y los más tontos fracasan, ¿cómo si no?, que Pinocho, después de volverse humano, dijo siempre la verdad, que Aquiles nunca alcanza a la tortuga y que ésta ganará a la liebre.
Cuando sea niño creeré en fantasmas, en gnomos y en cocos, también en los ángeles, incluso en Dios, y miraré hasta el cielo pensando que si algo está bien es que es bueno y si algo está mal será malo. Que los médicos curan, que los maestros enseñan, que la miseria de África es por la sequía, que el dinero nace en el bolso de mi madre y que la Real Sociedad nunca será equipo de Segunda.
Cuando sea niño no quiero ser pobre, ni rico tampoco, no, para disfrutar así, como los peregrinos de Alaska, del bendito proyecto de la quimera del oro y verme enriquecido de la noche a la mañana por un boleto o un décimo, un golpe de suerte que redecore mi vida de independencia y ocio.
Cuando sea niño preguntaré a los más altos quién manda más, si el Papa o el Rey, me dirán que cada cual en lo suyo, y yo pensaré que no me están contestando. Me asustaré de los perros que ladran, de los insectos que zumban y me bañaré confiado en las aguas que sean mansas.
Cuando sea niño supondré que en Australia todos andan del revés pero que no se dan cuenta porque están acostumbrados. Creeré que los trenes del horizonte son más bien lentos y que las nubes caben todas en mi mano. Diré sin miedo al error de este agua no beberé y este cura no es mi padre, y los sombreros serán para mí siempre serpientes que se han tragado a un elefante.
Cuando sea niño tendré por seguro que la leche se inventó para el cola-cao y no al revés, que el vino no sabe a uva y que las magdalenas secas terminan por arruinar cualquier desayuno. Daré por sentado que el mejor pan es el del pico que se roba de la bolsa, que no hay canica fea y que un gol sobre el timbre del recreo convierte en triunfador al alumno más proscrito.
Cuando sea niño, dentro de muchos años, seré niño.
No hay comentarios:
Publicar un comentario