sábado, 2 de mayo de 2020

El sutil pálpito de los proyectos


Renacida del caos tumultuoso de la oportunidad, sus nuevos cálculos vitales dieron resultados complejos. Era -no cabe duda- la misma persona que fue, seducida por sonidos y poemas de cientos de años, acompañada al tiempo de libros con palabras no tan ancianas, pero rodeada siempre de miles de imágenes presentes, traídas por el aire, dispuestas tecnológicamente en un asimétrico abanico de capítulos.
De arrebatadora discreción, era la cima más visible de una cordillera ya de por sí elevada por la propia naturaleza del espectáculo. Singularmente dibujada, rechazaba las propuestas innecesarias con la elegante reverberación que produce el suave eco en los desfiladeros. Requerida asiduamente por la racionalidad de los ateneos y la academia, gustaba de enseñar el cuchillo para luego usar solo el bisturí, ganándose el respeto de las audiencias, que una vez doblegadas, quedaban encogidas en el arcón del silencio.
Crítica de la razón crítica. Hoy toca la guerra, mañana será el arte. Las certezas son de madera, y no de mármol. Ninguna roca resiste la embestida del canto, los puristas son falsos profetas y la retina nos enseña que los andares pueden ser más convincentes que los gestos.
Era, ya se ha dicho, la misma persona. Reinventada en el sutil pálpito de sus proyectos, defendiendo que el sol con su luz es la mejor de las patrias, aunque a veces, ya en secreto, citaba al poeta murmurando: ay, “si no fuera por la lluvia…”