martes, 28 de junio de 2022

El puente

 




Mirando ahora de cerca

las aguas que pasan bajo mi puente

descubro con predecible asombro

que son menos caudalosas de lo que imaginé.

(aunque, eso sí,

algo más turbias)

 

Observo que en ellas

(para mi sorpresa)

navegan aún, heroicamente,

barquitos de papel que hice de niño

con mis manos confundidas de proyectos,

y que di por irremediablemente hundidos,

tras singular batalla

contra los bien armados galeones

de la ambigua adolescencia.

 

Ni me atrevo a imaginar

qué otras corrientes

habrán de seguir erosionando

mi caudal,

ya de por sí cansado.

Ni quiero tampoco

describir los restos

de naufragios ya asumidos,

alejándose,

como hacen las cigüeñas

o los templos tristes,

cuando dejan de sentir el aliento

de su utilidad y sus razones,

y ningún espacio,

por apacible que parezca,

sea digno de llevar el nombre de

un lugar donde quedarse. 


lunes, 20 de junio de 2022

Velas



    Buscó esconderse en el habitáculo más desocupado de la memoria, pero, como si de un sótano anegado por las aguas de un manantial cercano se tratase, no encontró espacio vacío donde reposar la conciencia y ahuyentarla del perseverante torbellino de recuerdos.

    Buscó entonces distraer sus monográficas meditaciones atándolas a alguna colmena de sonidos, para que las músicas acariciaran sus bordes hasta derretirlos, igual que hacen las llamas tenues con la cera de los candelabros, o con las velas abarrotadas de horas que acarician las mesas de ciertas tabernas. Pensó incluso en subirlas a las alas de una congregación de melodías, de esas que surcan las bóvedas de nuestros ojos grises para socorrernos en los días que no acertamos a salir de los pozos. Pero no hubo forma.

    Sin dejarse vencer, recurrió a la taumaturgia de los libros, con la idea -tal vez ingenua- de esconder su alma entre los personajes de sus páginas, y desaparecer en el anonimato de los colectivos literarios, al menos hasta que amainara la tormenta de perseverancias. No funcionó.

    Por alguna razón, sus pensamientos se enredaron aún más recordando los párrafos desplegados de las fantasías clásicas, relatos que alguien le mostró una vez insuflándoles aire al extraerlos de los rigores estáticos de una estantería. Las terroríficas y envolventes noches del Conde Drácula, los dilemas morales y curvos del Dr. Frankenstein y su criatura monstruosa, o las hipnóticas crónicas de la virgen Scheherazade que -según cuentan- llegaron a desvelar a un sultán asesino alguna más de mil noches...

    Vencido por los hechos consumados, decidió entregarse a la persistencia de la retina y asumió el relato de la memoria como un mensaje que le regalaba el presente. Y sería el tiempo, y solo el tiempo, quien dictaminara la duración y validez de aquel embrujo. Tal vez -quién sabe- se tratase de un material más firme que los torbellinos de recuerdos, que las perseverantes tormentas, un material casi tan sólido como la cera de esas velas abarrotadas de horas, que acarician con su luz las mesas escondidas de ciertas tabernas.  


 

domingo, 3 de abril de 2022

Barquillito *

 

Hasta hoy no os he hablado del niño Eloy Samper “Barquillito”, uno de esos seres que parecen emanados del habitáculo más silencioso de la nada. Endeble de huesos, maltratado por el viento por sus andares frágiles, y con los ojos más pendientes del entorno que del objeto. Hablaba solo y jugaba también solo, levantando los brazos hacia el aire, como esos eremitas iluminados que bajan de las cuevas para predicar sus revelaciones en el desierto. Barquillito decía cosas que nadie comprendía, incluso para algunas de sus frases usaba vocablos que parecían sacados de otras lenguas.

            Siempre buscaba el mismo lado del parque, junto al estanque, cerca de Don Romualdo, el barquillero, quien cada día, cuando ya recogía sus bártulos -no se sabe si por pena o por piedad- regalaba a Barquillo un tostado y quebradizo último barquillo del fondo de su ruleta de latón y que el niño de ojos alterados devoraba con golosa avidez.

            Se decía de él que era así de raro porque siendo un bebé tuvo un problema,otros decían que es que había venido de la Luna, otros que era la reencarnación del Niño Jesús, y otros -la mayoría- decían simplemente que estaba loco. 

       En otro mundo, Barquillito hubiera sido blanco fácil de las chuflas, mofas y bravuconadas de los gwendis, pero no en el nuestro. Gwendolín prohibió desde el principio que nadie se metiera con él. Por alguna razón, lo convirtió en un intocable:

Es buen niño y no daña a nadie -les decía a sus gwendis-, así que dejadlo en paz, no quiero ni que os acerquéis a él.

Y así Barquillito bailaba y trotaba sin miedo alguno, siempre cerca de Don Romualdo.

Barquillito, Barquillto, cuántas veces me pregunté qué misteriosos laberintos habrían de atravesar las culebras confundidas de tus sueños.

 

*De mi serie “Los mundos de Gwendolín”, publicada en mi Facebook entre junio de 2018 y junio de 2019


sábado, 26 de marzo de 2022

Aviones de papel

Mirar el tiempo con ojos de ingeniero, imaginar trayectorias, cronometrar espacios, soñar con circunnavegar el cielo quebradizo, conjeturar, calcular.

Contener el reloj, afinar los sentidos,

respirar

pergeñar

proyectar

Aviones de papel

Diseñar, elegir materiales al tacto, contrastar calidades

cortar

doblar

invocar el principio de Bernoulli, conjurar su magia, definir, teorizar, abandonar los dedos a los inaprensibles placeres de la papiroflexia.

fantasear

Aviones de papel

Desplegar las alas, escribir en ellas un nombre, o una idea, tatuar un mensaje en su interior, como los náufragos en el vientre de las botellas que han de tragarse el océano.

Deleitarse con su forma

lanzar… traspasar…

romper dos millones de moléculas de aire, convertirlas en aliadas.

surcar

planear

¡VOLAR!

Aviones de papel

…a los pocos segundos llegan los escuadrones de átomos quietos, el cielo estático, la atmósfera indiferente.

Oponerse, restar, resistir, impugnar el vuelo

ralentizarse

perder fuelle

verse abrazado innegociablemente por la gravedad

entrar en barrena

caer -no descender-

tocar el suelo -no aterrizar-

fracasar

Aviones de papel

Aviones de papel

 


lunes, 28 de febrero de 2022

Inaccesible


    De las orillas más cercanas al mundo tangible, decidió extraer el certero inventario de los conceptos más valiosos. Vocablos tatuados en sectores invisibles al común de los mortales, ocultos por una calculada sucesión de ropajes sucesivos, pero diluidos sutilmente en los quehaceres cotidianos de los días y las horas.  

    De las lógicas policiales de una novela inquietante, vino a construir los sonidos oportunos con los que hermanar las páginas y las palabras de dos realidades no confluyentes. Acariciando con músicas previas, los hechos y las tramas de un lugar al que llamaban Aurora.

    De las trayectorias fabricadas por un millar de conversaciones imprevistas, decidió obtener el auge poderoso del verbo conocer, establecer los puntos cardinales del juego de las preguntas y los listados, para sembrar luego -más que enterrar- las semillas que hacen florecer la selva ingobernable de las posibilidades.

    Del miedo al tener miedo de los miedos del pasado, entresacó los materiales para convertir una parte del aire circundante en algún tipo de frontera, defendida por el eco de una culpa imaginada y gestionada luego por un heterogéneo elenco de generosas complicidades.

    De las miradas en pausa que atraviesan las almas, como los pasillos hacen con los edificios, adquirió la timidez hipnótica de los silencios. Igual que la calma que sigue a los terremotos en ascenso, consigue apaciguar las moléculas temblorosas gritadas por las grietas de la tierra. Igual que la escucha paciente consigue serenar el tumulto caótico de los niños agitados. Igual que la distancia adecuada consigue atenuar la tentación absorbente de los acantilados.

    Y finalmente, de la sacudida definitiva hacia una nueva vida, del salto de la clausura clínica y segura a la brújula impagable de la comprensión adolescente, decidió extraer el precio del tiempo y de los riesgos. Viaje llamado a la consecución del éxito, aunque éste pueda elevar un poco más las mareas que rozan las orillas del mundo tangible, y otorgar a los ojos de los mortales un - tal vez injusto - velo de perfil inaccesible.