jueves, 24 de diciembre de 2020

Conticinio

 

Sin tiempo ni espacio para hacer hervir las moléculas de los relojes, la luz de las bombillas apagadas se refugió nuevamente en los tejados.

Sin tiempo ni espacio para que la voz preponderante de los niños pudiera resucitar en los parques y los pasillos, la luz intermitente de sus almas se recogió nuevamente en un libro de sueños enigmáticos.

Sin tiempo ni espacio para que una docena de meditaciones inconexas treparan por las paredes perpendiculares de la vigilia, la luz de las botellas apiladas se contrajo nuevamente hasta formar un sótano de vanidades.

Sin tiempo ni espacio para percibir los ecos de la nada… el silencio tomó el relevo de la vorágine y arrojó su manta enmudecida sobre las almas inmóviles de los locuaces.

Pero bajo el abrigo paralizante de los tejados oscuros, los libros de los sueños, los sótanos vanidosos y las almas detenidas, un rumor maldito, singular y permanente, golpea innegociable el tiempo y el espacio de unos oídos agotados.

Un canto disfónico de sirenas escondidas, que por ser interior y secreto, en nada altera el conticinio oficial de las noches reincidentes.