Con la mañana a cuestas y el sueño de la noche aún por resolver, el hombre de fácil referencia y sencilla indumentaria, apenas pudo sorber por unos segundos la pócima sagrada de la notoriedad. Qué mala suerte.
Desde su infancia irrelevante, siempre proyectó la construcción de un gorrión hecho de árboles, uno que volara solitario por encima de una autopista sin otro vehículo que las sombras entregadas por los rascacielos. A nadie le importó. Maldita mala suerte.
Y ahora, encaramado en la cresta quebradiza de las décadas, el hombre sin personalidad aparente ha sido nuevamente suprimido, olvidado. Extraído del más simple y prescindible de los mapas.
Ni su nombre aparecerá ya.
Ni la ridícula silueta de sus lápices.
Todo se lo tragará el voraz olvido de los relojes de arena.
Todo. Hasta su mala suerte.
*FOTO: Hiromu Kira: “El pensador”. 1930
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