Vencedora
siempre en las liturgias del juego,
rayuela
y palmas,
gallinita
y comba,
la
niña del ocho
va
hacia su casa con el tiempo en las manos.
Atraviesa
una plaza de adoquines negros
y
baja por la calle del mercado antiguo,
ella
con su tiempo
y
el tiempo en su marco.
Pilla-pilla
y saltos,
escondite
y suerte.
Tiene
siete años
y
vive en un bajo sin ventanas al patio.
Duerme
con su hermano, su abuelo y sus padres
en
un mismo espacio sin un solo cuadro.
Piensa
que un reloj divertirá los días,
como
si fuera una luz
persiguiendo
a la noche
atrapando
las horas,
el
ratón y el gato.
Lo
vio en un solar, solo, junto a un perro.
Lo
agarró con fuerza,
acercó
su oído
y
sintió salir el pálpito
moribundo
y tenue
de
dos manecillas huecas.
Policías
y ladrones,
cocherito,
patata y corro.
Ya
llega a su casa,
la
niña del ocho
que
tiene siete años
y
el tiempo en sus manos,
pensando
que su vida
tendrá
un nuevo pulso,
un
nuevo compás
con
que entonar su canto:
Chocolate,
molinillo
corre,
corre, que te pillo.
No hay comentarios:
Publicar un comentario