domingo, 24 de mayo de 2015

Los datos


Tengo una curiosidad.

Quisiera alcanzar el testimonio que esconde el reverso de las fotografías, y comprender el sentido confundido de sus personajes. Preguntar por los pasillos y aulas de su experiencia intransferible, intuir la frecuencia con que se cierran y abren sus ventanas y puertas.

Así, un poco hipnotizados por la encantadora ingenuidad de mis demandas, me hablaron algunos de ellos –de los personajes-, obtenidos al azar de un arroyo de películas prestadas.

Me dijeron –como dato- que uno de cada diez humanos que ha conocido la Tierra desde que siendo monos bajaron de los árboles, está vivo ahora; que cada segundo cien rayos golpean el suelo por el que caminamos, y que Utopía es una provincia del planeta Marte. Pueden comprobarlo.

Tengo una curiosidad.

Necesito comprender el porqué de la anchura de los pianos, y cómo hacen para proyectar esos susurros impares en la pared. Una pared. O cualquier pared.

Entonces el mentor de los sonidos me contó –siempre como dato- que el Big Bang fue absolutamente silencioso (por mucho que lo imaginemos desplegando un apoteósico estruendo sobre la materia) y que por esa razón, las ondas huérfanas de aquel espectacular evento se reunieron más tarde para formar un ejército de complicidades y frecuencias que los más ancianos vinieron a llamar Música.

Tengo una curiosidad.

Me haría feliz comprender el secreto más oculto de los colores, de sus laberintos enlazados. El barniz cegador del amarillo incandescente, la pacífica bondad de los azules marítimos, o el irracional suministro de pasión que arroja a los espíritus frágiles el vino rojo.

Tengo una curiosidad

Que tal vez -puede (¿quién sabe?)- reúna, como una suma de las demás curiosidades, la esencia misma de mis interrogantes. Y es que alguien me explique al fin –así, digo, como dato- el verdadero significado de los eclipses.

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