Buscó esconderse en el habitáculo más desocupado
de la memoria, pero, como si de un sótano anegado por las aguas de un manantial
cercano se tratase, no encontró espacio vacío donde reposar la conciencia y
ahuyentarla del perseverante torbellino de recuerdos.
Buscó entonces distraer sus monográficas meditaciones
atándolas a alguna colmena de sonidos, para que las músicas acariciaran sus
bordes hasta derretirlos, igual que hacen las llamas tenues con la cera de los
candelabros, o con las velas abarrotadas de horas que acarician las mesas de ciertas
tabernas. Pensó incluso en subirlas a las alas de una congregación de melodías,
de esas que surcan las bóvedas de nuestros ojos grises para socorrernos en los
días que no acertamos a salir de los pozos. Pero no hubo forma.
Sin dejarse vencer, recurrió a la taumaturgia de
los libros, con la idea -tal vez ingenua- de esconder su alma entre los
personajes de sus páginas, y desaparecer en el anonimato de los colectivos
literarios, al menos hasta que amainara la tormenta de perseverancias. No
funcionó.
Por alguna razón, sus pensamientos se enredaron aún
más recordando los párrafos desplegados de las fantasías clásicas, relatos que
alguien le mostró una vez insuflándoles aire al extraerlos de los rigores
estáticos de una estantería. Las terroríficas y envolventes noches del Conde Drácula,
los dilemas morales y curvos del Dr. Frankenstein y su criatura monstruosa, o
las hipnóticas crónicas de la virgen Scheherazade que -según cuentan- llegaron
a desvelar a un sultán asesino alguna más de mil noches...
Vencido por los hechos consumados, decidió entregarse
a la persistencia de la retina y asumió el relato de la memoria como un mensaje
que le regalaba el presente. Y sería el tiempo, y solo el tiempo, quien
dictaminara la duración y validez de aquel embrujo. Tal vez -quién sabe- se
tratase de un material más firme que los torbellinos de recuerdos, que las perseverantes
tormentas, un material casi tan sólido como la cera de esas velas abarrotadas
de horas, que acarician con su luz las mesas escondidas de ciertas tabernas.
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