domingo, 7 de septiembre de 2014

Cerca de mi casa

             Las cosas que ocurren cerca de mi casa dejan con frecuencia un eco blanco en las fachadas de mis libros. Son –la mayoría- sucesos breves, diminutos, como un soplo, pero llegan, no sé cómo, al borde mismo de las estanterías, trepan, escalan y rozan las portadas de las novelas en rústica y los cantos curvos de las enciclopedias.

            Las cosas que ocurren cerca de mi casa no dejan de asombrarme a veces –aunque no siempre-. En ocasiones son eventos mínimos, exiguos, incluso rumores, frases dichas al oído, o gestos que un hombre inventa al salir de un bar o al cruzar la calle por donde no debe. Otro lo ve, y lo comprende –o eso cree- y actúa en consecuencia con complicidad pactada. Y eso cambia un poco sus planes, altera su itinerario habitual, y, sin quererlo, afecta a otras personas que se ven empujadas a cambiar un poco el suyo. Son como las ondas del agua en un estanque, cada vez más tenues.

            Me pregunto en ocasiones cómo de cerca de mi casa deben ocurrir esas cosas para que me alcancen y me impacten. O si esas cosas pueden -o no- viajar en metro, o subir a un autobús, si pueden, como un virus, ser huésped de un hombre, una mujer, o un niño –quién sabe si un perro o un gato- y trasladarse en –o con-  ellos sin informar lo más mínimo de su propósito al anfitrión. También me pregunto sobre cómo de importantes deben ser para que su efecto me perturbe. O si algo que no sea relevante para alguien –a, por ejemplo, tres manzanas de mi casa-, puede serlo sin embargo para mí, transcurridos los tiempos y espacios oportunos.

            Las cosas que ocurren cerca de mi casa son, por todo eso, de evaluación confusa. En especial los días que, sin emitir ruido alguno, aparecen como el aire por mi calle y aguardan silenciosas en mi puerta, sin llamar. Y soy yo, al ver sus rostros desiguales, quien decido si entran en mi vida, o se van para siempre.  

Sin embargo, de un tiempo a esta parte, me he visto acosado por una nueva especie de tumultos, de mucha mayor intensidad, que amenazan y golpean los cristales con una agitación inédita en el barrio.

            Es por eso –creo yo- que se trata de cosas que suceden cerca de otras casas (no tan cerca, o no tan lejos), pero que, por razones sobre las que aún debo meditar, emiten proyectiles contra mis posiciones poco defendidas, y abren grietas y hunden cráteres oscuros…muy cerca de mi casa.
 

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