lunes, 31 de mayo de 2021

Por supuesto

 


Sintió el empuje incesante de una asamblea de decisiones, la presión irremediable del cónclave, la caída libre del edificio de la responsabilidad. Y sin embargo, sin necesidad de encaramarse a la solemnidad de los acantilados, susurró para sus adentros: “por supuesto”.

Notó el miedo irreverente que nace en el salón de la inseguridad, y avistó a lo lejos la sombra que proyecta el pánico sobre las paredes blancas que pintan los niños con sus lápices de colores -blancos-, pero consciente de que las voces del futuro solo cantan una vez cada siete años, garabateó en el reverso de una hoja de solo dos bordes: “por supuesto”.

Se despidió de su pasado reciente con la sonrisa opuesta a la alegría y las lágrimas contrarias al desconsuelo. Retomó el tranvía de la elegancia y la sutileza, y al salir por la puerta, aun escuchando el ruido que hace la nostalgia al entrar en algunos corazones (ese ruido opaco que ni los poetas más diestros aciertan a describir), nada de ello le impidió responder de golpe a las cien primeras preguntas de la nueva lluvia: “por supuesto”.

Ya en el nuevo mundo, paralelo al de un universo privado e íntimo, sin techos ni suelos, se pregunta si la duración de los días será la correcta, si las semanas no estarán avanzando demasiado deprisa, y los meses demasiado despacio, si los años no son sino peldaños de una escalera de Escher, o si las horas se convierten en minutos por algún exótico efecto de un teorema de la Física aún por enunciar y demostrar.

Pero en esencia, como esas fotos en blanco y negro, privadas ya de todo frívolo artilugio, lo que queda es un océano de posibilidades inquietas, opciones excluyentes que habrán de ser sacrificadas cada día sin recurso. Y que, obsesionadas por coronar sus más ambiciosas inquietudes, pregunten justo antes de desaparecer si merece la pena esperar un poco más. Solo un poco. A sabiendas que la respuesta ha de ser pronunciada con intención decidida, y será, una vez más y para siempre: “por supuesto”.