Las
cosas que ocurren cerca de mi casa dejan con frecuencia un eco blanco en las
fachadas de mis libros. Son –la mayoría- sucesos breves, diminutos, como un
soplo, pero llegan, no sé cómo, al borde mismo de las estanterías, trepan, escalan
y rozan las portadas de las novelas en rústica y los cantos curvos de las
enciclopedias.
Las cosas que ocurren cerca de mi
casa no dejan de asombrarme a veces –aunque no siempre-. En ocasiones son
eventos mínimos, exiguos, incluso rumores, frases dichas al oído, o gestos que
un hombre inventa al salir de un bar o al cruzar la calle por donde no debe.
Otro lo ve, y lo comprende –o eso cree- y actúa en consecuencia con complicidad
pactada. Y eso cambia un poco sus planes, altera su itinerario habitual, y, sin
quererlo, afecta a otras personas que se ven empujadas a cambiar un poco el
suyo. Son como las ondas del agua en un estanque, cada vez más tenues.
Me pregunto en ocasiones cómo de
cerca de mi casa deben ocurrir esas cosas para que me alcancen y me impacten. O
si esas cosas pueden -o no- viajar en metro, o subir a un autobús, si pueden,
como un virus, ser huésped de un hombre, una mujer, o un niño –quién sabe si un
perro o un gato- y trasladarse en –o con- ellos sin informar lo más mínimo de su
propósito al anfitrión. También me pregunto sobre cómo de importantes deben ser
para que su efecto me perturbe. O si algo que no sea relevante para alguien –a,
por ejemplo, tres manzanas de mi casa-, puede serlo sin embargo para mí, transcurridos
los tiempos y espacios oportunos.
Las cosas que ocurren cerca de mi
casa son, por todo eso, de evaluación confusa. En especial los días que, sin emitir
ruido alguno, aparecen como el aire por mi calle y aguardan silenciosas en mi
puerta, sin llamar. Y soy yo, al ver sus rostros desiguales, quien decido si
entran en mi vida, o se van para siempre.
Sin
embargo, de un tiempo a esta parte, me he visto acosado por una nueva especie de
tumultos, de mucha mayor intensidad, que amenazan y golpean los cristales con
una agitación inédita en el barrio.
Es por eso –creo yo- que se trata de
cosas que suceden cerca de otras casas (no tan cerca, o no tan lejos), pero que,
por razones sobre las que aún debo meditar, emiten proyectiles contra mis
posiciones poco defendidas, y abren grietas y hunden cráteres oscuros…muy cerca
de mi casa.