sábado, 3 de noviembre de 2012

Amarillo oscuro

En los años 60 se hizo una película sobre mi vida. Cierto que la cinta nunca llegó a estrenarse en salas comerciales, pero sí se hizo un pase, privado, para productores, artistas y algunos medios. Yo no pude asistir, naturalmente, porque no había nacido. El film era una especie de thriller sin apenas efectos especiales, una road-movie con toques de comedia clásica. Y, aunque llegando al clímax apuntaba al melodrama romántico, terminaba mal, porque la chica se iba y el chico se quedaba solo, sobre un fundido en negro.
En los años 70 se hizo una obra de teatro sobre mi vida. Nunca se presentó en Broadway, pero fue leída por algunos críticos –al menos uno-, y se hicieron ensayos para una representación escolar que nunca tuvo lugar. Yo no la vi, ni la leí tampoco (era tan pequeño...) Pero, según me contaron, era más bien una tragedia con elementos de enredo e ingredientes satíricos, un par de largos monólogos y un trasfondo onírico que hacía su segundo acto un poco incomprensible. Hay quien podría pensar que se trataba más bien de una farsa. El final era simbólico, con la escena casi vacía, y el telón cayendo sobre un pequeño butacón frente a un espejo. Es lo que me contaron.
En los años 80 un cantautor compuso una canción sobre mi vida. No se llegó a grabar, pero pudo escucharse, de pasada, en ciertos bares, haciéndose un hueco entre algunos éxitos del momento. Una especie de interludio para que el público pida otra copa. Tenía un estribillo breve y seis estrofas. La tercera y la quinta rimaban mal. Una melodía simple, en tono menor, con acordes de séptima y un punteo en el medio. Compás binario. Su final era abrupto, no en fade-out como en la cara A de los singles. Terminaba sin más, después de repetir seis veces el estribillo –seis, sí-, que no era del todo pegadizo.
En los años 90 se escribió una novela sobre mi vida. No se publicó jamás, pero un editor anotó a lápiz palabras en los márgenes del manuscrito antes de devolverlo: trama endeble, final previsible, secundarios sin alma, acotaciones confusas, ¿por qué ella se comporta así?... No era muy larga, pero se reescribió pensando en una edición en rústica. Tampoco. No la leí. Entonces yo estaba a otras cosas, las cosas de mi vida, las cosas, supongo, que se contaban en la novela.
Hace unos años se pintó un cuadro sobre mi vida. Era un collage, con los bordes quemados y texturas arrasadas por los contrastes: tela, madera, pegotes y manchas, pequeñas chapas de latón atornilladas. Tenía vocación figurativa pero sólo como sugerencia leve, y, por alguna razón, tras los azules y verdes, se escondía un indescriptible e inquietante amarillo oscuro. No se exhibió en galería alguna, ningún catálogo, ninguna exposición en ningún centro de cultura municipal. Pero me han dicho que un niño lo fotografío con el móvil y lo subió a su Facebook.
Estoy tratando de encontrarlo, pero no sé qué poner en el buscador. Escribo mi nombre, con su tilde y todo, pero sólo aparecen referencias de un futbolista famoso.

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