Por no saber no sabía
que era víctima del frío desafecto de los cuarteles
Marchaba entre las gentes, dibujando odas
despertando al horizonte de su verticalidad
minando la autoestima del carcelero,
arruinando las promesas del bravucón
y tañendo entre líneas las palomas bocetadas en los vidrios.
Por no saber no sabía
de los lados varados del sirviente,
del recodo y el escombro no aireado del ingenuo
dolido por una bala sin remite
del odio acumulado entre las cejas del paria
del veneno atesorado en frascos de cristal ahumado.
Era tan pacífico y tan bueno
que el soberbio le cedía sus aumentos
el engañador lo tenía en alta altura
el ministro lo apodaba “el sabedor”
y los viejos detenían a su paso la cocción lenta y noble de la sabiduría
Por no saber nunca supo
que el alcalde de las nubes sin latido
quiso –una vez, hace ya tiempo- tenderle la mano
para ennegrecer con él
los haluros discontinuos de la memoria instantánea
Por no saber no sabía
de las guerras en laberinto
de la baja intensidad de los tratados
ni de la letra pequeña de la negociación.
Quiso descubrir el lado positivo del lagarto
remover los cementerios vivos del rugido
sortear las hileras de cruces
esquivar el alambre de espino
llegarse al prado
y reposar tranquilo
para sembrar después
el maná de sus proyectos
Por no saber nunca supo
que su arresto fue pragmático
-nada personal-
cumpliendo rigurosamente la legalidad vigente
Y allí entonces, sentado en su camastro sin mesilla
siguió viendo los muros como lienzos
los barrotes como velas
las piedras como pan duro y el pan duro como formas de existir
esperando que el reloj doblegara serenamente
el tiempo
como si fuera de arcilla
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